El Viña Rock ha sido durante casi tres décadas uno de los pilares de la cultura alternativa española, un escaparate para el rock, el rap y el mestizaje social que definieron a una generación. Pero de cara a 2026, el festival de Villarrobledo atraviesa su mayor crisis reputacional desde su fundación. A medida que se multiplican las cancelaciones de artistas y crece el boicot al fondo inversor KKR, propietario parcial de la promotora Superstruct, surgen dudas legítimas: ¿podría no celebrarse el Viña Rock 2026?
El detonante: las cancelaciones en cadena
La primera sacudida llegó con la banda británica Bob Vylan, que canceló su participación al descubrir los vínculos del festival con Superstruct, empresa controlada por KKR, un fondo señalado por su relación con capitales proisraelíes. A esta decisión se sumaron artistas como Grex, Interferencias y Balkan Bomba, que difundieron comunicados explicando su retirada del cartel por motivos éticos y de coherencia con el boicot cultural al fondo.
El ambiente se enrareció aún más cuando trascendieron supuestas amenazas de los organizadores a representantes y músicos que habían decidido no actuar, con frases como “nos acordaremos de todos los que no quieran tocar”. La organización, sin embargo, negó cualquier tipo de coacción y reafirmó que el festival “se celebrará al 100%”, publicando incluso un cartel actualizado con artistas como Amparanoia, Huecco, Morodo y Fyahbwoy.
El debate moral y el “derecho al trabajo”
En una columna reciente en Público, el periodista y músico Toni Mejías reflexiona sobre el dilema moral que divide a la escena alternativa: ¿es legítimo recurrir al “derecho al trabajo” para justificar actuar en un festival vinculado a un fondo implicado, indirectamente, en la financiación del Estado israelí?
Viña Rock siempre ha presumido de espíritu rebelde y compromiso social, con artistas que levantan la bandera palestina en sus conciertos. Pero esta vez, la coherencia se pone a prueba. Mejías apunta que el festival habría ofrecido cachés más altos de lo habitual y presionado a bandas para mantener su presencia en el cartel. Mientras tanto, grupos con menor visibilidad, pero principios más firmes, “han decidido que por ahí no pasan”, sostiene el autor, que defiende el boicot como única forma de presión cultural efectiva.
El público dividido y la marca en riesgo
La reacción del público también está fracturada. Una parte de los seguidores fieles acusa al festival de perder su esencia, mientras otros defienden su continuidad como un espacio popular más allá de quién lo financie. El silencio prolongado de la organización y la publicación tardía del cartel, meses más tarde de lo habitual, solo han incrementado las dudas sobre su planificación y solvencia interna.
La marca Viña Rock, uno de los nombres más rentables de la música en directo en España, afronta un riesgo reputacional grave. Entre las críticas por incoherencia política y las tensiones entre agencias y promotores, no sería impensable una reducción drástica de asistentes o una cancelación técnica si la situación escala.
¿Un Viña sin alma?
Aunque oficialmente el evento mantiene sus fechas y un cartel cada vez más menguado, el debate sobre su legitimidad ha traspasado los límites del fandom. La cuestión ya no es solo si se celebrará o no, sino qué significa hoy el Viña Rock, un festival que nació como altavoz de la contracultura y que podría verse absorbido por intereses financieros de gran escala.
En un contexto donde la música independiente se enfrenta a la globalización empresarial del directo, el caso del Viña Rock se convierte en símbolo: o resiste desde la ética, o acaba siendo un nombre más en el portfolio de los grandes fondos.
¿Y qué pasa con el resto de los festivales y conciertos de The Music Republic?
El boicot no afecta únicamente al Viña Rock. Detrás del foco de Villarrobledo está The Music Republic, una de las promotoras más grandes del país, responsable de algunas de las citas más multitudinarias del calendario musical español. La empresa, dirigida por los hermanos David y Toño Sánchez tras la venta parcial de su participación a Superstruct Entertainment (KKR), maneja eventos que van del indie al reggaetón, pasando por el rock y la electrónica.
Hasta la fecha, ninguno de estos festivales ha sido cancelado oficialmente, pero la presión cultural y la llamada al boicot también comienza a hacerse notar. Este es el panorama actual:
- Arenal Sound (Burriana, Castellón)
Continúa con su edición 2026 confirmada y abonos a la venta desde noviembre. Aunque en redes algunos colectivos han pedido mantener el veto a KKR, de momento no se han registrado cancelaciones de artistas. - FIB – Festival Internacional de Benicàssim
Tras varios años de altibajos, el FIB sigue en el calendario 2026 con gestión compartida entre The Music Republic y Superstruct. El festival intenta mantener una línea más pop e internacional para alejarse del debate político, pero parte del público lo incluye en la lista de eventos “a vigilar”. - Rototom Sunsplash (Benicàssim)
No pertenece directamente a la promotora, pero mantiene relación logística y de patrocinio con el entorno de Superstruct. Aunque su línea reggae y humanista hace difícil un boicot abierto, algunos asistentes han pedido más transparencia sobre sus vínculos empresariales. - Interstellar Sevilla y Granada Sound
Ambos festivales mantienen su programación para 2026 sin cambios, pero han recibido comentarios en redes cuestionando la vinculación al grupo matriz. Algunas bandas indie han declarado que “evaluarán su participación según evolucione el caso Viña Rock”. - Madrid Salvaje y Cabo de Plata (Barbate)
Por ahora, confirmados para 2026 y con carteles en preventa. Al igual que Viña Rock, ambos nacieron con una base de público alternativo, por lo que podrían enfrentar reacciones similares si se percibe continuidad directa con Superstruct.
La situación, por tanto, sigue abierta. Ninguno de estos eventos ha mostrado intención de romper con la estructura de KKR, pero el impacto del boicot cultural podría tener efectos encadenados si más artistas o agencias adoptan una postura común. Lo que ocurra con el Viña Rock 2026 será probablemente un termómetro para medir el futuro próximo del circuito festivalero español.

















